Opinión
Del “viejo” al “nuevo” hospital
La inundación del Hospital San Juan Bautista no fue sorpresa. Frente al diluvio que marcó el récord histórico de casi 100 milímetros en una hora, no se podía esperar otra cosa. Es que el edificio de calle Perú entre Mariano Moreno y avenida Perón, con mucho menos agua, se inunda igual. Más claro: se inunda siempre. Detrás del nosocomio colapsado por aguas bravías que bajaron desde el Oeste de la Capital, conviene decir la verdad y repasar la historia que tiene este emprendimiento ideado, licitado y puesto en marcha por un mismo gobernador: Arnoldo Aníbal Castillo. Lo hizo en su primer gobierno (1981), cuando se licitó la obra y se la entregó a un “tal Feldman”. Allí viene el primer apunte: el lugar elegido no fue el mejor y hasta el más ignoto de los habitantes sabía que por la inclinación de la ciudad los embates del agua avanzarían sobre la construcción. Cuando lo inauguró, quince años más tarde, Arnoldo Castillo lo llamaba “el nuevo hospital”. Reemplazaba al histórico nosocomio ubicado en la manzana que conforman República, 25 de Mayo, San Martín y Alem. Ya en esos años 90 lo rebautizamos como el “viejo hospital”. Ahora el lustre de los años, cuando ya no está Castillo, ha cambiado las calificaciones. El que era el “nuevo hospital” ahora es el “viejo”. Habría que agregarle adjetivaciones: infuncional e inundable. Ayer habló el gobernador Jalil y avanzó con lógica elemental. Hay que trasladar el hospital y ver qué se puede hacer con dependencias que se inundan frente a un mínimo aguacero. Lo repetimos. Lo de ayer no fue sorpresa. Ocurre siempre. Por fortuna, “siempre que llovió, paró”. Ayer, solamente en una hora, el pánico cundió por el establecimiento sanitario. Como ocurrió en la década del 2000 cuando vimos a un eficiente director ocupando la tapa de un diario local y tratando de sacar el agua que cubría oficinas y pasillos. Como en 2017, cuando una tormenta menos agresiva que la de ayer hasta destruyó un tomógrafo.
Volvamos al principio. El viejo hospital, que alguna vez fue nuevo, fue una obra desastrosa y mantenerla en las condiciones actuales cuesta una fortuna. No hablemos de responsables. Enfrentemos los hechos consumados. Se trata de una historia bastante parecida a la construcción de un estadio de fútbol innecesario. Se hicieron con alta irresponsabilidad, sin controles y sin mirar el futuro. Los nefastos resultados saltan a la vista.
El Esquiú.com