De manera previsible, el fallecimiento de Ramón Saadi agitó a los principales medios de comunicación nacional, quienes no perdieron la oportunidad de repasar su versión de los acontecimientos vividos en Catamarca en el despertar de la década del 90, una historia que poco y nada tiene que ver con la real sucesión de los acontecimientos, pero que al cabo fue el relato que se impuso y encontró la continuidad necesaria en todos los estamentos sociales. Un medio de primerísimo nivel llegó a titular ayer que Saadi renunció a la gobernación por un crimen, ya en el éxtasis de la ensalada de episodios históricos e imaginados.
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Hay una realidad detrás de este fenómeno y es que la historia oficial se impuso. Quienes la tejieron y elucubraron hace más de 30 años ya cumplieron su misión y no deben hacer nada más. Los más jóvenes, los que no la conocen y buscan cómo informarse, simplemente encontrarán narraciones articuladas y manipuladas, pero que terminarán creyendo de buena fe, simplemente porque es la única que se les presenta. Al menos fuera de los límites de Catamarca, la historia quedó instalada de determinado modo y posiblemente no se revierta más.
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¿Cuántas historias creeremos a su vez nosotros, inocentemente, admitiendo como cierto todo lo que se nos cuenta desde otra parte? ¿Cuántos acontecimientos que damos por ciertos son en realidad producto -intencionado o no- de quienes sueltan a correr verdades a medias, episodios alterados y personajes condimentados a gusto? Conociendo las dificultades para rastrear la veracidad de las circunstancias de acontecimientos del pasado, los historiadores podrían haber supuesto que en esta era en la que todo se registra el asunto sería más sencillo. Pero no, es quizás más difícil todavía. Las fake news que hoy ocasionalmente se reconocen, en muchos otros casos supieron mimetizarse con los hechos reales, al extremo de que, evidentemente, con el paso de los años es casi imposible distinguirlos para quien no los presenció.

El Esquiú.com